Es difícil, y muchas veces arbitrario, saber cuando un sentimiento celoso empieza a merecer el calificativo de patológico. Estrictamente, debería considerarse patológico tal sentimiento a partir del momento que hace sufrir al sujeto, pero todos consideramos normal, por ejemplo, el sufrimiento de un enamorado que se ve rechazado porque el objeto de su amor ha preferido otra persona. El sufrimiento no es, por tanto, condición suficiente - aunque sí necesaria- para otorgar el calificativo de patológica a una vivencia de celos.

Hechos tan banales y anodinos como, por ejemplo, la recepción de una llamada telefónica equivocada, cambiarse de vestido para salir de casa, usar perfume o consultar el reloj cuando se acerca la hora en que el cónyuge debe ir al trabajo, son interpretados como pruebas fehacientes e indiscutibles de la infidelidad del cónyuge. En casos de celos profesionales, cualquier conversación del rival con un superior, cualquier referencia al buen trabajo realizado por otro, un simple saludo amable a un tercero, prueban con absoluta certeza la conspiración tramada para perjudicarle.

Larsen (2005) Los celos son una manifestación común de trastorno delirante, cuando una persona sospecha que su pareja le es infiel, aun cuando no haya evidencia objetiva de infidelidad, hacen l0o imposible por encontrar apoyo en sus creencias celosas. Pueden restringir las actividades de su pareja o cuestionar en forma constante respecto a su paradero. Pueden no creer las explicaciones de su pareja, ni creer sus afirmaciones de fidelidad.

Por tanto los celos delirantes no son únicamente una exageración de los celos normales, sino la reconstrucción psicótica de una realidad, que falsifica e inventa "hechos" para poder racionalizar lo que la persona siente. Los celos manifiestan las características paranoicas propias de la inflexibilidad, de la exclusión de todo aquello que pudiera contradecir las ideas delirantes y la inclusión de trivialidades y distorsiones que apoyen a estas últimas. González (2004)

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